Todos nos hemos preguntado alguna vez si esa persona que nos ha hecho daño, intencionadamente o no, merece nuestro perdón. Nos afecta, sobre todo, cuando vienen de personas cercanas a nosotros como familiares, amigos o pareja, con los que la existencia o no del perdón puede perjudicar a la calidad de estas relaciones. Ahora, ¿significa perdonar a alguien reconciliarnos con ella?
Es cierto que el perdón favorece a que se produzca una reconciliación pero esta no es estrictamente necesaria, de hecho podemos estar en una relación donde no haya perdón y simplemente se haya “olvidado” un hecho doloroso o bien perdonar a alguien con quien ya no tenemos ningún contacto. El acto de perdonar en sí, es más bien un proceso y se da a medida que pasa el tiempo.
Bien, los científicos están de acuerdo en que perdonar implica que la persona ofendida reconoce que aquello que le han hecho, no está bien y aunque sabe que la situación puede no estar justificada y la persona que le ha causado el daño no merece ser perdonada, toma la decisión de hacerlo.
Gordon y Baucon (1998-2003) señalan que perdón no significa tener sentimientos positivos de compasión, empatía ni amor hacia quien nos ha herido, pues puede ser “un acto egoísta” que se hace hacia uno mismo, con el fin de disminuir las emociones negativas ésta que le causa.
A más a más, la decisión de perdonar no exime de pedir justicia y reclamar aquello que no creemos justo, siempre y cuando no actuemos sólo de forma vengativa (Casullo, 2008).
“Aferrarse a la ira es como aferrarse a una brasa candente con la intención de tirársela a otro; tú eres el que se quema.”
—Buda
El perdón se experimenta a nivel individual, hay un cambio en la conducta, el pensamiento y las emociones de quien lo sufre pero a la vez se puede considerar interpersonal ya que se da en una situación concreta y con unos roles específicos: ofensor-ofendido.
En los últimos 20 años ha habido un creciente interés en el estudio del perdón en Psicología con el fin de abordar dos procesos:
El presente artículo está escrito desde el enfoque de quien se ha sentido herido en relaciones cercanas. Podemos encontrar tres tipos de perdón:
Actualmente existen tres posturas respecto al perdón:
1. La primera posición y la más extendida. Percibe el perdón cómo esencial para la curación de heridas emocionales y resalta lo beneficioso que es para la salud, física y mental. Resulta muy útil para el tratamiento de sentimientos de ansiedad y rabia además de una herramienta clínica muy eficaz para personas con estrés postraumático. Se le atribuyen valores de compasión y humildad.
2. La segunda postura tiene una visión diferente del perdón respecto la primera. Considera que en algunos casos no perdonar resulta también beneficioso, ya que no hacerlo puede ser perjudicial para quien perdona y puede poner en riesgo colectivos que están en situación de vulnerabilidad como puede ser el caso de los abusos o maltratos. Los valores que sostienen son equidad, justicia y empoderamiento.
3. La tercera postura se encuentra a nivel intermedio de las dos anteriores. Pone énfasis en el contexto en el que se da el perdón y por tanto habría que valorar cada situación.
La decisión de perdonar o no está en quien se ha sentido ofendido, y se puede introducir a nivel terapéutico siempre y cuando el paciente lo decida libremente. Por tanto de esta visión el perdón puede ser tanto positivo como negativo, dependiendo del contexto donde se produzcan los hechos.
A fin de profundizar un poco más en el mundo del perdón se describen las principales características o variables que afectaran a la decisión final:
La exoneración: es un proceso interno en el cual la persona herida analiza y entiende con más profundidad la situación que le provoca un daño. (Hargrave & Sells, 1997).
Referencias bibliográficas: