Las personas que tienen un comportamiento antisocial, como el robo, la agresión, la violencia, el acoso escolar, la mentira o la irresponsabilidad laboral o escolar, tienen un cerebro más pequeño y delgado que les impide desarrollar habilidades sociales.
Las personas que a lo largo de la vida tienen un comportamiento antisocial tienen un cerebro diferente al de las personas integradas socialmente, ha descubierto una investigación desarrollada en el University College de Londres (UCL) y publicada en la revista The Lancet Psychiatry.
La diferencia se refiere por un lado a la extensión del cerebro, que es menor en estas personas: tienen 78 regiones cerebrales menos que las personas socialmente integradas.
Su corteza cerebral, que es la región en la que se procesa la percepción, la imaginación, el pensamiento, el juicio y la decisión, es también más delgada que la de las personas socialmente integradas.
Es decir, las personas que tienen un comportamiento antisocial, como el robo, la agresión, la violencia, el acoso escolar, la mentira o el incumplimiento reiterado de las responsabilidades laborales o escolares, tienen un cerebro más pequeño y delgado que las demás personas.
Esta investigación proporciona la primera evidencia sólida de que el comportamiento antisocial prolongado está relacionado con diferencias neuropsicológicas subyacentes.
El matiz es importante porque el estudio ha podido establecer que esta diferencia cerebral solo afecta a las personas que manifiestan un comportamiento antisocial a lo largo de su vida.
Sus conclusiones excluyen expresamente a los adolescentes, ya que en esta etapa de la vida es corriente que se produzcan comportamientos antisociales que no tienen relación alguna con la arquitectura cerebral, sino con el proceso de maduración psicológica.
Metodología
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores utilizaron escáneres cerebrales obtenidos por resonancia magnética de 672 participantes, de 45 años de edad, involucrados el Estudio Dunedin en Nueva Zelanda, que han estado participando en la investigación desde su nacimiento.
El Estudio Dunedin empezó entre los años 1972 y 1973 en el hospital Queen Mary de la ciudad neozelandesa de Dunedin para investigar la salud humana, el desarrollo y comportamiento a lo largo de la vida de una persona.
Ha hecho un seguimiento longitudinal de una cohorte de 1.037 niños, con el objetivo de analizar si realmente se pueden predecir ciertas características físicas y psicológicas de un individuo o factores drogodependientes, teniendo en cuenta la transmisión genética y otros factores.
El nuevo estudio se centró solo en una parte de esa cohorte de participantes en función de su edad actual y tuvo en cuenta informes de padres, cuidadores y maestros, así como relatos de sus protagonistas, sobre problemas de conducta entre los siete y los 26 años de edad.
En función la información así obtenida, todos los participantes fueron divididos en tres grupos diferentes según su comportamiento.
El primer grupo estaba formado por 80 personas (el 12% del total) que manifestaban un comportamiento antisocial a lo largo de toda su vida.
El segundo grupo, integrado de 151 personas (el 23% del total), solo había manifestado comportamiento antisocial en la adolescencia.
El tercer grupo y más numeroso, formado por 441 personas (el 66% del total) no habían manifestado comportamiento social persistente en ningún momento de sus vidas.
Referencia
Para empezar el Ártico es un océano congelado rodeado de tierra. Mientras que la Antártida es un continente cubierto de hielo, o sea que debajo de la gran masa de hielo hay tierra.
Además de ser más frío que el polo norte, este continente sigue siendo el único lugar en la Tierra que no pertenece a nadie. Se rige por el Tratado Antártico, que menciona que la tierra y los recursos se utilizarán para fines pacíficos y científicos.
Eso no quiere decir que el continente antártico esté vacío, sus principales habitantes son los pingüinos, además de focas, calamares gigantes y otras muchas especies. En la Antártida hay unas 66 bases científicas de las que sólo 37 están ocupadas durante todo el año.
Acá se muestra la cercanía a los continentes del Polo Norte y la soledad del Polo Sur…
Calentar a una muy alta temperatura el agua, concretamente 100.000 ºC en 0,000.000.000.000.075 segundos (una décima parte de un picosegundo o una millonésima de millonésima de segundo), es lo que se ha hecho con un potente láser de rayos X en el Centro para la Ciencia del Láser de Electrones Libres (CFEL, por sus siglas en inglés) en DESY.
El propósito fue concebir un estado de agua exótico, gracias al cual los investigadores esperan aprender más sobre las características del líquido fundamental de la Tierra.
Calentando agua
Los investigadores utilizaron el láser de electrones libres 'Linac Coherent Light Source' LCLS en el laboratorio 'SLAC National Accelerator Laboratory' en Estados Unidos para disparar flashes extremadamente intensos y ultracortos de rayos X en un chorro de agua.
Según explica Carl Caleman, del Centro para la Ciencia del Láser de Electrones Libres:
Los rayos X energéticos sacan electrones de las moléculas de agua, destruyendo así el equilibrio de las cargas eléctricas. De repente, los átomos sienten una fuerte fuerza repulsiva y comienzan a moverse violentamente. En menos de 75 femtosegundos, es decir, 75 millonésimas de una milmillonésima de segundo o 0,000.000.000.000.075 segundos, el agua atraviesa una transición de fase de líquido a plasma. Pero mientras el agua se transforma de líquido a plasma, aún permanece en la densidad del agua líquida, ya que los átomos no tuvieron tiempo para moverse significativamente todavía.
Un plasma es un estado de la materia donde los electrones se han eliminado de los átomos, lo que conduce a una especie de gas con carga eléctrica. Este plasma en particular no se encuentra en la naturaleza, pues tiene características similares a algunos plasmas en el sol y el gigante de gas Júpiter, pero tiene una densidad menor.
Fuente: Lo que pasa cuando calientas agua a 100.000 ºC en solo un instante
El oncólogo Pere Gascón, en el Hospital Clínic
Pere Gascón (Barcelona, 1949), es uno de los máximos exponentes internacionales en la investigación que vincula sistema nervioso –las neuronas, el cerebro– y cáncer. Ejerce en el servicio de Oncología del Hospital Clínic. Fue su responsable hasta el 2015.
–Usted ha estudiado la relación entre sistema inmunológico y cáncer.
–Soy inmunólogo tumoral y siempre he investigado el microambiente que rodea al tumor: los linfocitos, los macrófagos... con el fin de atacar al cáncer. Por desgracia, hemos visto que cuando un tumor se ha aposentado bien, las células de su microambiente, que son parte del sistema inmunológico, cambian de chaqueta y se ponen de parte del tumor.
–Autoagrede.
–Sí. Los macrófagos, que estaban para defendernos, se pasan al bando del cáncer. Los fibroblastos, que daban consistencia al tejido conectivo, apoyan al tumor, que las compra y lo favorecen. Así en todos los cánceres.
–¿Y en las metástasis? [Diseminación de un cáncer a varios órganos]
–Sabemos que cuando se produce una metástasis existe un nido celular previo que se aprovecha de procesos inflamatorios crónicos asintomáticos, que tenemos en diferentes partes del cuerpo sin saberlo. El cáncer crece en núcleos inflamatorios.
–¿Siempre?
-Si. Esto es muy importante. El cáncer siempre surge de un proceso inflamatorio, y crece más en ese ambiente. Es su microambiente.
–¿Un ejemplo?
–Fácil: ¿qué hace el tabaco? Causa una inflamación crónica en los pulmones. Fumas e irritas constantemente los bronquios. Eso es un campo abonado –no todos los fumadores lo sufrirán– para que una célula cancerosa anide allí. Para que se produzca una mutación.
–¿Qué ocurre en una inflamación?
–Las células del propio tejido inflamado se van multiplicando, con intención de repararlo, hasta que hay un error. La inflamación indica que hay células activadas por un virus, el tabaco, asbestos… No hablo de la inflamación que surge cuando te tuerces un tobillo. Esa no es cancerosa.
–¿La solución del cáncer vendrá del propio sistema inmunológico?
–Es uno de los futuros más actuales. Se han identificado las células que impedían actuar al sistema inmunológico que debe defendernos. Esto es una revolución de hace cinco años. Hay fármacos específicos para tratar metástasis por melanoma, cáncer de riñón, y otros. Esas personas, antes morían en pocas semanas y ahora están viviendo hasta cinco años.
–¿Es la línea definitiva anticáncer?
–Con el cáncer nunca existirá una línea definitiva. La línea inmunológica, combinada con otras, puede ser la respuesta al cáncer en la primera mitad del siglo XXI. Pero la célula cancerosa se las sabe todas. Se hace resistente. Yo ya no estoy ahí.
–¿Y en qué está usted?
–En el desarrollo de algo que identifiqué hace 20 años, cuando trabajaba en EEUU. Descubrí que células del cáncer de mama tenían un receptor [enlace] que es un neurotransmisor [mensajero químico entre neuronas]. Yo siempre he tenido la neurología en la cabeza, y la he estudiado muchísimo. Entonces pensé: si un producto de las neuronas libera una sustancia que se une a un receptor de la célula cancerosa, eso significa que existe una comunicación entre sistema nervioso y cáncer.
–¿Lo confirmó?
–Si. Un investigador de Sevilla, Miguel Muñoz, siguió mis publicaciones y demostró que prácticamente en todas las células cancerosas que él estudió existía aquél receptor neuronal que yo encontré. Lo detectó en tumores de colon, próstata, pulmón, cerebro y leucemias.
–¿Y qué ocurrió?
–Vimos que esos cánceres también tienen receptores de otro neurotransmisor, la adrenalina. Luego, si en las células cancerosas existen receptores de neurotransmisores, eso significa que el sistema nervioso está dialogando con el cáncer. Y ahora viene lo fuerte.
–Adelante.
–Últimamente, hemos demostrado que el sistema nervioso, en general, propicia el crecimiento del cáncer, forma parte de la tumorogénesis, es decir, de la formación y el crecimiento del tumor. Varios investigadores de EEUU han aludido a esa relación en sus publicaciones.
–¿Adónde lleva todo esto?
–Hace 20 años que voy detrás de demostrar que existe una conexión entre el sistema nervioso y el cáncer. Y es lógico, porque el sistema nervioso nos regula el rítmo cardiaco, la respiración, el intestino. Todo. La sustancia que yo he estudiado es un neurotransmisor inflamatorio: he observado la conexión entre inflamación, cáncer y sistema nervioso.
–¿Esto relaciona al cáncer con los choques emocionales fuertes?
–Por ahí puede ir la cosa. Pero, yo he dicho por activa y por pasiva que las emociones no causan cáncer. El cáncer es consecuencia de un proceso lento, y el organismo tiene una capacidad de regeneración brutal. No es fácil generarlo. Surge de la rotura de muchos sistemas corporales.
–De múltiples coincidencias.
–Si. Cada vez tenemos más evidencias de que cuando una persona sufre estrés crónico, de meses –por la muerte de una persona que te rompe la vida o la pérdida de un hijo–esas emociones conducen a un estrés en el que se liberan citoquinas inflamatorias, sustancias que crean un ambiente proinflamatorio del que no se es consciente. Esto lo hemos visto en personas de 50 y pocos años que pierden el trabajo y año y medio después les surge un cáncer.
–¿Si ese parado encuentra otro empleo el proceso maligno se detiene?
–Imposible saberlo. Si el estrés emocional ha durado muchos meses, es posible que el proceso canceroso ya vaya por libre. Lo importante es la cronificación del conflicto.
–¿El sistema nervioso potencia las defensas inmunológicas?
–Claro. Cuando el sistema nervioso está equilibrado, las defensas están óptimas. Esto se ha demostrado. Un buen sistema nervioso que permite dormir bien, estar equilibrado y hacer ejercicio físico potencia el sistema de defensas. Y a la inversa, sabemos que los estados estresantes, deprimentes y crónicos, son estados proinflamatorios.
–Riesgo de cáncer.
–Lo que causa el cáncer no es la emoción, sino el proceso que conduce a un ambiente celular inflamatorio, que es esa situación personal negativa. El estrés emocional crónico puede poner en marcha el proceso que inicia un cáncer.
–¿Qué tipo de estrés es maligno?
–El contínuo, que va ligado a una depresión e impide dormir. Puede tener su origen en el trabajo o en una vida familiar infernal.
–¿El control mental de cada persona en esas circunstancias límite es determinante? Si.El control mental de cada cual es determinante. Se suma a su predisposición genética.
Las mutaciones genéticas que conducen al cáncer ocurren décadas antes de que el tumor se manifieste. Un mapa de las mutaciones genéticas que provocan hasta 38 tipos de cáncer permitirá una detección temprana y tratamientos que eviten el desarrollo del tumor.
Interpretación artística de la diana que señala el inicio de la progresión del cáncer. Crédito de imagen: Spencer Phillips. EMBL-EBI.
Investigadores del Instituto Europeo de Bioinformática de EMBL (EMBL-EBI) y del Instituto Francis Crick han analizado los genomas completos de más de 2.600 tumores de 38 tipos de cáncer diferentes para determinar la cronología de los cambios genómicos durante el desarrollo del cáncer.
El cáncer ocurre como parte de un proceso biológico durante el cual nuestro genoma cambia con el tiempo. A medida que envejecemos, nuestras células no pueden mantener la integridad del genoma después de la división celular sin cometer algunos errores (mutaciones).
Este proceso puede ser acelerado por varias predisposiciones genéticas y factores ambientales, como fumar. Durante nuestra vida, estas mutaciones se acumulan y las células pueden estar mal programadas, lo que conduce al cáncer.
La investigación es el resultado de la colaboración internacional de 1.300 científicos de 37 países que trabajaron conjuntamente para identificar y catalogar los patrones subyacentes de mutación genética que dan lugar a muchos tipos diferentes de cáncer.
Identidad genética
Los investigadores utilizaron datos del proyecto Pan-Cancer y The Cancer Genome Atlas (ICGC) para crear líneas de tiempo de desarrollo tumoral para varios tipos de cáncer, incluido el glioblastoma y el adenocarcinoma colorrectal y de ovario.
Sus hallazgos sugieren que el desarrollo del tumor puede abarcar toda la vida de un individuo, por lo que las mutaciones que inician la progresión del cáncer pueden surgir décadas antes del diagnóstico.
Los investigadores han apreciado que los cambios en los cromosomas de las células, que determinan su identidad genética, se manifiestan por lo general cuando el tumor está bastante desarrollado.
Sin embargo, en algunos casos, como en los tumores multiforme de glioblastoma, un tipo de cáncer agresivo que se genera en el cerebro o la médula espinal, estos cambios pueden ocurrir décadas antes del diagnóstico de que pueda diagnosticarse.
Detección temprana
Lo que han conseguido estos investigadores es determinar las primeras líneas de tiempo de las mutaciones genéticas que ocurren en todo el espectro de tipos de cáncer.
Eso les ha permitido conocer qué cambios genéticos específicos pueden ocurrir a lo largo de la vida y cuándo es probable que ocurran.
Este conocimiento permitirá desbloquear los patrones genéticos primarios que con el tiempo provocan el cáncer y realizar diagnósticos que detecten signos de cáncer mucho antes de que el tumor pueda ser percibido.
Comprender la secuencia y la cronología de las mutaciones que conducen al cáncer ayudará también a aclarar los mecanismos del desarrollo del tumor, que de otro modo parecen complicados debido a la presencia de muchas alteraciones en las células cancerosas finales.
Ser capaz de determinar si una mutación generalmente ocurre temprano o tarde durante la progresión del cáncer también puede ayudar a guiar la detección temprana.
Esto permitiría definir los conjuntos de alteraciones a detectar, para identificar células precancerosas en diferentes etapas de transformación.
Referencia
Polillas transgénicas pueden terminar con las plagas que afectan a cultivos de plantas alimenticias: solo engendran hembras que mueren al nacer. En pocas generaciones se extingue toda la colonia, sin necesidad de insecticidas.
Plutella xylostella (Linnaeus, 1758). Foto: Olaf Leillinger.
El papalomoyo o palomilla dorso de diamante (Plutella xylostella), conocida también como polilla de la col, polilla del repollo o de las crucíferas, se cree que es originaria de Asia Menor, pero se ha diseminado por todo el mundo.
Ataca las especies cultivadas y silvestres de crucíferas como la col o repollo, brócoli, coliflor y col de Bruselas, aunque también se alimenta de rábano y mostaza.
Se ha convertido en la plaga más destructiva de este tipo de plantas alimentarias y es multiresistente a diversos tipos de insecticidas convencionales. Se estima que provoca daños económicos de 5.000 millones de dólares al año en todo el mundo.
Solución definitiva
Pero una nueva iniciativa tecnológica puede que haya dado con la solución definitiva para acabar con esta pesadilla de agricultores de todo el mundo, de una forma limpia y sostenible.
Científicos norteamericanos y británicos han desarrollado un proceso biotecnológico que puede acabar con estos insectos letales para la agricultura.
Han añadido dos genes estratégicos a los machos de esta polilla. Uno de ellos provoca la muerte de las larvas hembra una vez que eclosionan.
Las polillas machos que sobreviven a esta primera ofensiva, se aparean con hembras salvajes y todas las crías hembra surgidas de estas camadas también mueren. Los machos que sobreviven, buscan nuevas hembras salvajes y su descendencia femenina también muere.
De esta forma, la polilla queda encerrada en un circuito mortal que disminuye paulatinamente las plagas. Solo es preciso liberar más machos genéticamente modificados para que la colonia de estos insectos deje de ser un problema para la agricultura en muy poco tiempo.
Probado con éxito
Los científicos ya han probado este sistema con éxito en el Estado de Nueva York y los resultados son prometedores para el control de las plagas de estos insectos.
Liberaron las polillas modificadas genéticamente en un campo de repollo en Geneva (condados de Ontario y Seneca). Estaban marcadas con polvos fluorescentes para poder hacerles un seguimiento.
Los ensayos, pioneros en el mundo, se realizaron entre agosto y septiembre de 2017 y los resultados se han publicado en la revista Frontiers in Bioengineering and Biotechnology.
Los investigadores liberaron mariposas genéticamente modificadas seis veces, entre 1.000 a 2.500 insectos cada vez.
Y comprobaron que los machos sobrevivían y se comportaban de la misma forma que las polillas salvajes: viajaron a la misma distancia y vivieron el mismo tiempo que las polillas no modificadas.
También manifestaron el mismo comportamiento reproductivo que las polillas salvajes, provocando que las hembras surgidas de estos apareamientos muriesen al eclosionar.
Si de algo puede presumir España es de ser uno de los países con personas más longevas. Cada vez hay más octogenarios con una excelente calidad de vida. Sin embargo, no siempre ha sido así. Hace un siglo la esperanza media de vida en Europa no llegaba a los 50 años. Muchas personas morían a edades tempranas por infecciones que hoy pueden prevenirse con vacunas o tratarse con antibióticos.
No obstante, este «milagro terapéutico» podría tener sus días contados. Porque la resistencia a los antibióticos se cierne como un peligro para nuestro estado del bienestar. Estos «supermicrobios» resistentes vuelven ineficaces a muchos antibióticos. Sin la ayuda de estos fármacos, los trasplantes y otras cirugías complejas, la quimioterapia contra el cáncer o muchas pruebas diagnósticas serían irrealizables debido a las complicaciones infecciosas que surgirían.
¿El fin de un «milagro terapéutico»?
Diez millones de personas podrían estar en riesgo mortal por culpa de las infecciones por bacterias resistentes a antibióticos en el año 2050. Para hacernos una idea, esta mortalidad superaría a la causada por el cáncer (ocho millones de muertes anuales). Además, el coste de su tratamiento se dispararía, con una caída estimada del PIB mundial de entre el 1,2 y el 4%.
Ante esta situación, es fácil entender por qué la lucha contra las resistencias microbianas se ha convertido en un objetivo prioritario. La Organización Mundial de la Salud propone eliminar de una vez por todas el empleo innecesario de antibióticos. No en vano se estima que, en atención médica primaria, solo uno de cada cinco tratamientos con antibióticos es realmente necesario.
Microbios sublevados
Para entender por qué surgen resistencias hay que empezar por saber que un microbio resistente a un antibiótico adquiere una ventaja evolutiva sobre otros competidores.
Unas veces surgen por mutaciones genéticas aleatorias (y poco frecuentes) que se pueden transmitir a la descendencia.
Otras, los genes responsables de esta resistencia se adquieren del medio ambiente (transformación bacteriana), de bacterias afines (conjugación) o de virus bacteriófagos (transducción). La presencia de genes de resistencia en plásmidos (anillos de ADN extracromosómico) facilita también su propagación.
Por regla general, un tratamiento antibiótico correcto disminuye la selección de microbios resistentes. El problema surge cuando se le da un mal uso, por ejemplo consumiéndolo injustificadamente y sin prescripción médica (automedicación). O interrumpiendo un tratamiento antes de tiempo.
Por otra parte, el uso inadecuado de los antibióticos para el engorde de los animales, la depuración incorrecta de aguas residuales y residuos orgánicos, la manipulación sin garantías de los alimentos o la higiene deficiente, también aumentan la frecuencia de bacterias resistentes.
A este problema se suma el consumo de antibióticos caducados, falsificados o que no contienen la dosis suficiente. Los antibióticos fraudulentos son, con frecuencia, los únicos asequibles en los mercados de muchos lugares del planeta. Además de que Internet facilita la venta de estos productos engañosos.
Mueren más personas a manos de superbacterias que en accidentes de tráfico
La resistencia a los antibióticos es un problema global. Existen bacterias resistentes tanto en países muy industrializados (Estados Unidos o Japón), como en islas prácticamente deshabitadas (las Svalbard en el Océano Ártico), o incluso en tribus aisladas en las selvas de la Amazonia. En la diseminación y persistencia de estos supermicrobios intervienen muchos factores, como el cambio climático, la migración de poblaciones, el transporte de mercancías o la contaminación del medio ambiente.
El mayor consumo de antibióticos se observa en países con economías emergentes (India, China, Indonesia, Nigeria o Sudáfrica). En Europa son los países del Mediterráneo y del Este los que se llevan la palma. No parece que sea casualidad que casi la mitad de las infecciones en estos países estén causadas por microbios resistentes.
La Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica ha estimado que, solo en 2018, las superbacterias resistentes a los antibióticos causaron infecciones a 180 600 personas, en 82 centros sanitarios, de las que 35 400 murieron. Si comparamos estas cifras con las 1 098 muertes en accidentes de tráfico notificadas por la Dirección General de Tráfico en 2019, ¡las superbacterias fueron 32 veces más letales!
Staphylococcus aureus MRSA. Fuente: CDC.
Últimamente a los supermicrobios clásicos, como Staphylococcus aureus resistente a la meticilina, Escherichia coli, Klebsiella pneumoniae y otras enterobacterias multirresistentes, como Acinetobacter baumannii y Pseudomonas aeruginosa se han añadido unos cuantos nuevos. Como el bacilo de la tuberculosis, el parásito Plasmodium falciparum o los hongos Candida auris y Candida glabrata.
Lo preocupante del asunto es que estas infecciones requieren de tratamientos más prolongados y menos eficaces, con fármacos no exentos de toxicidad. Y también suponen una estancia más prolongada en el hospital, que continúa siendo su reservorio principal por la presencia de pacientes graves tratados con múltiples fármacos.
Y hace poco saltaron las alarmas porque están apareciendo resistencias a los llamados antibióticos de último recurso, como aztreonam, carbapenems, linezolid o vancomicina, que son a los que recurrimos cuando otros no funcionan.
«Una Salud»
La salud humana, la de los animales y la del ambiente están íntimamente relacionadas. Muchos supermicrobios habitan los intestinos de las personas y de los animales y se propagan por las aguas residuales o contaminan el suelo. Para preservar esta salud global hay que realizar un esfuerzo importante.
Necesitamos mejores técnicas de diagnóstico rápido para realizar un tratamiento antibiótico más apropiado y temprano. Los científicos se han lanzado a buscar dianas terapéuticas nuevas y alternativas que eviten la selección de mutantes microbianos resistentes. Además, la modificación de los antibióticos clásicos podría mejorar el espectro antibacteriano y disminuir el uso de otros antibióticos más recientes.
Pero no es una batalla que involucre solo a los científicos. A luchar contra los supermicrobios podemos contribuir todos. ¿Cómo? Aplicando el sentido común:
Sobre el autor: Guillermo Quindós Andrés es catedrático de microbiología médica en el Departamento de Inmunología, Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina y Enfermería, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Artículo original.
Llevo toda la vida contestando mal. Ayer mismo, cuando mis hijos me preguntaron cuál era la célula más grande del mundo contesté: el huevo de avestruz. ¡Mal! Puede que en efecto este “pedazo” de huevo, de hasta 15 centímetros de largo y 1,4 kilos de peso sea la célula más pesada del mundo, pero hay varias células biológicas más grandes en extensión. (Recordemos que el término “grande” se refiere a tamaño, no a peso).
¿Ejemplos de células más grandes? Pues cualquier célula nerviosa de un animal grande. Un calamar gigante por ejemplo, podría contar con neuronas de hasta 12 metros de largo, lo cual supera en 80 veces a la altura de un huevo de avestruz. Las jirafas cuentan también con nervios que recorren la totalidad de su cuello, el cual puede llegar a medir dos metros de largo.
Pero tampoco hace falta buscar animales tan exóticos, los humanos también tenemos neuronas mucho más largas que un huevo de avestruz. Mi admirado Xurxo Mariño así lo reconoció, al determinar que las neuronas que componen el nervio ciático son las más largas del cuerpo humano, ya que pueden superar el metro al ir desde la punta de los dedos del pie hasta la base de la espina dorsal. Hay que recordar que pese a que una neurona humana mide menos de 0,1 milímetros, en el sistema nervioso periférico cada fibra nerviosa en toda su longitud es una prolongación de una sola célula nerviosa, razón por la que puede considerarse parte de la misma.
No obstante, habrá quien quiera argumentar que, en términos de volumen, un huevo de avestruz sigue siendo comparativamente más grande que las células nerviosas, que pueden ser muy largas pero son extremadamente delgadas (del orden de 10 micrones o menos). ¡De nuevo mal! Incluso ignorando a las neuronas y sus extensiones nerviosas, hay otro tipo de células más grande que el huevo de avestruz: algas extremadamente grandes como la Caulerpa taxifolia. En efecto, este alga que puede llegar a crecer hasta los 3 metros de longitud o más, es en términos anatómicos un organismo unicelular a pesar de sus cientos de ramificaciones (similares a hojas), que “intuitivamente” le hacen parecer superficialmente una planta vascular.
La Caulerpa (y otras algas con características similares) es un tipo de célula que contiene numerosos núcleos, razón por la que a menudo se la descarta cuando emprendemos la búsqueda de la célula biológica más grande del planeta. Por cierto, pese a no ser originaria de nuestros mares, este alga se ha hecho tristemente famosa al invadir el Mediterráneo, y se la conoce popularmente como un alga asesina. Es una pena que no podamos comérnosla, como se hace en Indonesia con su pariente la grapa de mar (Caulerpa lentillifera), otro organismo unicelular multinucleado que según dicen tiene un sabor picante.
Me enteré al leer el Quora.
Para la mayoría de nosotros, pensar en mosquitos es pensar en picores y picaduras, pero no más. Son una anécdota molesta asociada al verano. Pero en la mayoría del mundo y durante la mayor parte de la historia, los mosquitos han sido más que eso, forman una de las grandes amenazas para la población humana a causa de su efecto transmisor de enfermedades contagiosas como la malaria, el dengue o el zika. Se considera, de hecho, el animal más peligroso para el ser humano, por encima de grandes depredadores terrestres o marinos.
Eso significa que su impacto va más allá de una incomodidad veraniega semejante al sudor o la música de chiringuito. Los mosquitos han influido en los movimientos de población y en los resultados bélicos durante siglos. Así lo explica el libro The Mosquito: A Human History of Our Deadliest Predator del historiador Timothy Winegard, que retrata a estos insectos como una fuerza de la naturaleza modeladora de la historia humana.
Los mosquitos panameños y la independencia escocesa
Foto: Wikimedia Commons
Cuenta Winegard, por ejemplo, la siguiente historia que recoge este artículo en The New Yorker. En 1698, cinco barcos partieron de Escocia hacia el Nuevo Mundo con un cargamento comercial de lo más suculento: pelucas, calcetines y mantas de lana, peines hecho de madre perla, biblias y zapatos de piel. Llevaban también a bordo una imprenta con la que los colonos planeaban imprimir todo tipo de contratos, tratados y acuerdos al llegar a su destino. Para hacer sitio al cargamento las raciones de comida se redujeron a la mitad.
El destino era la región panameña de Darien, donde la Compañía Escocesa esperaba crear un centro de comercio que hiciese de vía de contacto a través del istmo y así conectar Pacífico y Atlántico. Con esto esperaban también lograr un impulso económico para su país, que llevaba ya años en guerra contra Inglaterra para defender su independencia, que peligraba a causa de una larga hambruna. No era una iniciativa aislada: se calcula que por entonces entre un cuarto y la mitad del dinero en circulación en Escocia estuvo relacionado con el comercio en Panamá.
La expedición fue un desastre. Los colonos enfermaron de fiebre amarilla y malaria, enfermedades para las que no tenían defensas, y llegaron a morir hasta una decena al día. Las referencias a los mosquitos en sus diarios son constantes. Tras seis meses, los supervivientes partieron y se fueron hacia el norte, aunque siguieron muriendo durante la travesía y sus cuerpos lanzados al mar.
Los resultados comerciales de aquel empeño fueron decepcionantes como poco. De todos aquellos peines y zapatos y demás solo terminó llegando a su destino la imprenta. Pero el fracaso de la misión tuvo un resultado inesperado, cuenta Winegard en su libro: la enorme deuda que generó el viaje fue uno de los motivos que terminó obligando a los escoceses a aceptar la oferta de unificación de Inglaterra. Así fue como los mosquitos panameños favorecieron el nacimiento de Gran Bretaña.
Claro que mosquitos (con sus infecciones) y humanos llevan tanto tiempo viviendo en una relación tan estrecha que lo que para unos fue un desastre, para otros, mucho antes, fue una ayuda. Quince siglos antes de que los escoceses tratasen de conquistar Panamá sin éxito, fueron los ejércitos de Roma los que trataron de conquistarles a ellos. Se calcula que entonces aproximadamente la mitad de los ochenta mil soldados romanos enviados con este objetivo perecieron a causa de una cepa endémica de la malaria. Otras cepas locales diezmaron a las tropas de Aníbal a su paso por Italia, detuvieron a las fuerzas de Gengis Khan antes de que avanzasen por el sur de Europea o impidieron a los cruzados europeos conquistar Tierra Santa entre otros momentos clave de la historia.
Enfermedades viejas, continentes nuevos
Imagen: Wikimedia Commons
Los mosquitos jugaron papeles especialmente importantes en aquellos escenarios históricos en los que viejas enfermedades llegaban a nuevos continentes. Cuando Colón desembarcó en América, los mosquitos que los colonos trajeron consigo trajeron a su vez nuevas enfermedades. Junto con la viruela y la gripe, las enfermedades causadas por este insecto provocaron la muerte de 95 millones de indígenas, más de un 90% de la población que vivía allí antes de que llegasen los europeos, lo cual tuvo un impacto directo en la conquista del territorio y en las relaciones que los distintos grupos de población tendrían desde entonces y durante siglos. Principalmente sirvió para modelar la idea de una tierra vasta y fértil prácticamente despoblada que esperaba pacientemente la llegada de los colonos para aprovecharla, casi como una cuestión de designación divina.
Como al ser humano parecen sobrarle excusas para ser inhumano con sus semejantes, la influencia de los mosquitos, sus picaduras y sus enfermedades influyeron también en el desarrollo y evolución del comercio de esclavos a través del Atlántico. Con la llegada a América de los primeros esclavos de origen africano, llegó también una versión especialmente virulenta de la malaria causada por un parásito llamado Plasmodium falciparum, transmitido por mosquitos.
En aquel momento, siglos XVII y XVIII, la vulnerabilidad de un esclavo a las enfermedades importadas se reflejaba en sus precios: un indígena, con alto riesgo de morir por esta causa costaba menos que un europeo que ya había demostrado ser resistente a ella, y éste menos que un africano traído directamente de su continente original. Los más caros eran los africanos que habían pasado suficiente tiempo en el Nuevo Mundo como para haber probado ser capaces de aguantar las enfermedades de una y otra tierra.
Los mosquitos como arma biológica nazi
Visita de Himmler a Dachau. Foto: Wikimedia Commons
En otros momentos, el ser humano ha intentado dominar y aprovechar este letal insecto a su favor. Fue el caso de la Alemania nazi de Hitler. En 1942, Heinrich Himmler, comandante de las SS, creó un Instituto Entomológico en el campo de concentración de Dachau con el objetivo de experimentar con el uso de mosquitos como elementos de una guerra química y bacteriológica contra los enemigos de guerra del III Reich. La idea no fue espontánea: meses antes, en la navidad de 1941, Himmler había visitado a las tropas alemanas en el frente oriental y se había encontrado a los soldados comidos por los piojos. Conocía de primera mano cómo en la I Guerra Mundial el tifus transmitido por los piojos había diezmado a las tropa germanas y el mismo jerarca nazi tenía fobia a las moscas. La idea de utilizar insectos a su favor ya estaba plantada.
Durante mucho tiempo, los historiadores pensaron que las actividades del Instituto Entomológico de Himmler estaban orientadas aprender más sobre los insectos, sus ciclos de vida, las enfermedades que transmitían y cómo inmunizarse para proteger a las tropas alemanas de sus efectos. Pero en 2014, el entomólogo Klaus Reindhart revisó la documentación disponible y llegó a otra conclusión: parecía haber otro motivo, o al menos otro motivo más, detrás del interés de Himmler por los bichos, y éste sería el utilizarlos a su favor como arma de guerra contra el enemigo.
El hecho de que la experimentación se llevase a cabo en Dachau, que estaba bajo completo control de las SS y donde ya se estaban realizando los experimentos más inhumanos sobre sus prisioneros, algunos de ellos precisamente sobre la malaria, o que eligiese para dirigirla a Eduard May, un entomólogo mediocre pero abiertamente antisemita, en vez de a otros expertos alemanes en entomología hicieron a Reindhart sospechar que la ciencia básica tras el ciclo de vida de los mosquitos no era lo único que interesaba a Himmler. En un informe de Mayo de 1944 que comenta Reindhart se puede leer: “para aclarar la cuestión de si era posible una infección masiva artificial del parásito de la malaria”.
La historia de la humanidad ha estado siempre condicionada por muchos factores distintos, algunos de ellos fuera de control de nuestra especie. Uno de ellos, esta otra especie a la que solo recientemente estamos aprendiendo a combatir y solo un poco. Después de todo, siguen sacándonos de nuestras casillas cuando les oímos zumbar junto a nuestra oreja en las noches de verano. Piense que una picadura sin mayores consecuencias es lo menos que nos puede ocurrir al entrar en contacto con los mosquitos. Que se lo pregunten a los colonos escoceses…
Referencias:
The Mosquito: A Human History of Our Deadliest Predator – Timothy Winegard
How Mosquitoes Helped Shape the Course of Human History – The Smithsonian Magazine
How mosquitos changed everything – The New Yorker
Los nazis investigaron con mosquitos infectados de malaria como armas biológicas – Materia
The Entomological Institute of the Waffen-SS: evidence for offensive biological warfare research in the third Reich – Endeavour
Sobre la autora: Rocío Pérez Benavente (@galatea128) es periodista